La necesidad de evitar la invencibilidad de la técnica

 En uno de los último libros publicados en vida, "el derecho a tener derechos", dice S. Rodotta, lo siguiente sobre dos distopías:

"Revisemos dos escritos no jurídicos pero que han influido en la reflexión política y jurídica mucho más que otros trabajos especializados, hasta el punto de convertirse en un inquietante lugar común. En 1932, Aldous Huxley escribió Un mundo feliz ( este es el título que se le dio a la traducción española), tal vez la mayor utopia negativa del siglo pasado por su capacidad para adentrarse en las profundidades de la manipulación con los humanos (cinco años antes, su hermano Julian, al escribir Religión sin revelación, ponía el aceto sobre el problema del trans-humanismo, de la modificación de la forma humana a través de la tecnología). Brave  new world eran las palabras  del título original, las que Miranda pronunciaba en la escena final de la Tempestad, admirada por las <<maravillosas criaturas>> que pueblan el mundo al que se asomaba: palabras que Huxley introduce en la pesadilla de una organización social en la que la biología se ha convertido en el vehículo de discriminación y de sometimiento.Hoy nos movemos en un mundo que nos aparece ininterrumpidamente nuevo, poblado no ya de criaturas maravillosas, sino de maravillosos objetos e invenciones, el mundo de la ciencia y la tecnología, sobre el que posamos la mirada pasando de la maravilla a la atónita preocupación.
Esta utopía negativa ha sido considerada como una hipoteca sobre el futuro, pero no ya confinada en la premonitoria fantasía de un escritor, sino en algo que está entrando en nuestra vida cotidiana. Huxley buscaba en el amor entre las personas la posible salida, como hará más tarde el autor de la otra inquietante distopía del siglo XX, George Orwell con su 1984. En el nuevo mundo de la ciencia y de la tecnología, en el que un cambio radical esta alterando la milenaria antropología del género humano, la atención debe dirigirse siempre hacia la persona, pero no sólo a sus sentimientos, refugio ultimo y casi imposible de un mundo sin corazón, poseídos por la razón tecnológica. Al destino totalitario apuntado por Huxley y Orwell, los sistemas democráticos deben oponer una lógica diferente, la de los derechos, que puede permitir a todos y cada uno conservar su libertad, su autonomía y su dignidad, transformando en oportunidad lo que de otra manera solo sería una agresión de la invencible técnica". 
Siempre me sorprende la capacidad enunciativa, proactiva de los juristas más defensores de los derechos del hombre. Más cuando la tecnología debe ser vista con cierto reparo, por su capacidad de perfeccionar los mecanismos de nuestro capital para hacernos a todos cada día más fungibles - tal vez mejor sustituibles-. En este punto, nos advierte Cesar Rendueles , sobre la reducción de lo subjetivo de los entornos digitales. Debemos preguntarnos, más allá de la lógica de los "derechos", si dicho "nuevo mundo" nos ofrece las condiciones mínimas de vida digna, autónoma y libre; estas son las que hay que reclamar a nuestra Comunidad.  Mientras, espera junto un conjunto de libros,  en mi libreria ese Ciber-  comunismo. Planificación económica, computadoras y democracia.

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