Catherine Deveune se mete en el lió Wernstein

Oprah Winfrey me cae mal, muy mal. Y no tenía motivo. Creo que se trataba de un caso de trasvase del desprecio que me generan sus modelos patrias.Cuando apareció el otro día en los Globos de Oro, con el vestido negro y las "gafitas in"- mitad intelectual,mitad coquetería-  haciendo el "statement" contra el acoso sexual en el mundo del  espectáculo , introduciendo, para evitar  que alguien se preguntara su representatividad, el problema del racismo, supe que era fundado todo.

Si yo gobernará en el mundo del espectáculo y deseará "reconducir" el problema- es decir, apartarlo de las primeras líneas- no dudaría de elegir a Oprah - para que elegir a una WASP, excesivamente bella o angelical, que haya sido víctima tal vez de uno-. Tiene ella todos los ingredientes mediáticos - mainstream" purito-  para "anestesiar" y "tratar"asépticamente  el problema social del abuso de poder; dándole otra salida,  más tranquilizadora, menos concreta, más alejada  para el publico en general. La generalización en  el tratamiento o enfoque de género liberalizador ("lo que a todas concierne....una historia que trasciende"... dando las gracias a "ellas(sic)" que al igual que mi madre tenían facturas que pagar"), el enganche con la raza (la violación de Recy Taylor) determina, poco a poco, un discurso dirigido a  la confusión, la mezcla y finalmente la liberación de los abusadores, demasiado concretos, demasiado cercanos y amigos de la presentadora. Dice que el tiempo de ellos ha pasado, yo creo que no, tienen a Oprah para evitarlo.

La confusión también nos gobierna;  veo  "twits" bienintencionados que describen, mínimamente, la situación de una mujer que recibe en el trabajo un ramo de flores de un cliente desconocido que la hace sentir "acosada". Escucho las alusiones a la violencia implícita del piropo.

Me viene a la mente  la noticia, vista en el Mundo, de la declaración que varias mujeres francesas, Catherine Deneuve  o Catherine Millet entre ellas, han hecho en Le Monde: "Como mujeres no nos reconocemos en este feminismo que más allá de la denuncia del abuso de poder,  toma el rostro de odio a los hombres y a la sexualidad", continúan. Las firmantes defienden "la libertad de importunar a alguien", al considerarlo algo "imprescindible para la libertad sexual: "Desde el caso Weinstein se ha producido una toma de conciencia sobre la violencia sexual ejercida contra las mujeres, especialmente en el marco profesional, donde ciertos hombres abusan de su poder. Eso era necesario. Pero esta liberación de la palabra se transforma en lo contrario: se nos ordena hablar como es debido y callarnos lo que moleste, y quienes se niegan a plegarse ante esas órdenes son vistas como traidoras y cómplices". Sus firmantes, dice el periodico,  lamentan que se haya convertido a la las mujeres en "pobres indefensas bajo el control de demonios falócratas".Las denuncias registradas en las redes sociales se convierten en "una campaña de delaciones y acusaciones públicas hacia individuos a los que no se deja la posibilidad de responder o de defenderse". "Esta justicia expeditiva ya tiene sus víctimas: hombres sancionados en el ejercicio de su oficio, obligados a dimitir por haber tocado una rodilla, intentado dar un beso, hablado de cosas intimas en una cena profesional o enviado mensajes con connotaciones sexuales a una mujer que no sentía una atracción recíproca", También hablan de la vuelta al "puritanismo" y a la "moral victoriana": "Esta fiebre, de llevar a los 'cerdos' al matadero sirve en realidad a los intereses de los enemigos de la libertad sexual, los extremistas religiosos, los peores reaccionarios y aquellos que opinan que las mujeres son seres 'especiales', niños con rostro de adultos, que piden protección". En la misma linea Zizek, hoy hace una afirmación final en su artículo del Mundo: "Algunas feministas inteligentes apuntaron hace tiempo que, si intentamos imaginar un cortejo políticamente correcto al 100%, nos acercamos asombrosamente a un contrato mercantil formal. El problema es que la sexualidad, el poder y la violencia están íntimamente mucho más interconectados de lo que cabría pensar, de manera que también algunos elementos de lo que se considera brutalidad pueden ser sexualizados, es decir, invertidos libidinosamente. Después de todo, el sadismo y el masoquismo son formas de actividad sexual. Los juegos sexualmente purificados de violencia y poder pueden acabar siendo asexualizados".

Conviene el debate; si se siente atracción sexual por un adulto libre, cuales son los límites del comportamiento por él o la que  pretende crear una relación voluntaria y recíproca y, rebasados los mismos, dependiendo  de su grado, tiene que ser "castigado" dicho comportamiento y que sanción, social y/o jurídica, debe predicarse. Es un debate dentro de un marco moral individual y concreta a cada sociedad, que debe evitar las aristas políticas que, rápidamente, han saltado. Esas aristas también plantean problemas de incorporación a su ideología de izquierdas a nuestro filósofo de cabecera, :"el peligro reside en que, de forma homóloga, la ideología de libertad personal se combinará fácilmente con la lógica del victimismo (con la libertad silenciosamente reducida a la libertad para sacar a la luz la propia condición de víctima), convirtiendo así en superflua una politización emancipadora radical del despertar, haciendo de la lucha de las mujeres una más en toda una serie de luchas: lucha contra el capitalismo global y las amenazas medioambientales, por una democracia diferente, contra el racismo, etc".

También yo  creo que los abusadores se pueden  beneficiar por ideas o ideologías de enfrentamiento que logran, incluso, en ocasiones,  a pesar de grandes escenarios y aparentes asentimientos generales, evitar de forma inmediata el cambio social de comportamientos.

 Ellas son las relevantes; las víctimas,  realmente las que con nombres y apellidos se vieron importunadas por unos depredadores sexuales. Tal vez nuestro  entorno es demasiado liberal, tal vez es una sociedad que, fuera de debates ideológicos, no sabe localizar normas comunes de comportamientos; en el campo del ejercicio de todo poder - como potestad- o, más simplemente, en el ejercicio de todo comportamiento de relación - como acto de comunicación-. Nos lo dice el filósofo: "¿No es la característica básica de la subjetividad de hoy en día la extraña combinación del sujeto libre que se experimenta a sí mismo como responsable último de su destino y el sujeto que basa la autoridad de su discurso en su estatus de víctima de circunstancias más allá de su control? Cada contacto con otro ser humano se vive como una potencial amenaza. Si el otro fuma, si me lanza una mirada avariciosa, ya me hiere. Esta lógica de la victimización está universalizada hoy en día."

Recientemente he tenido en mis manos un libro curioso de Joan Copjec "Imaginemos que la mujer no existe", fCE 2017, del que recojo dos afirmaciones que, por una parte, plantean el siempre difícil equilibrio del psicoanálisis y el feminismo, y por otro, tal vez, vayan a la cuestión de hasta que punto podemos construir una relación nueva sobre la base de una aparente igualdad:

Pag. 242-243: Por lo tanto (Rawls) no logra comprender adecuadamente que, una vez que el placer es desnaturalizado y probadamente constituido por un desvió hacia el campo del Otro, su distribución equilibrada deja de ser una meta apropiada o factible. No debería plantearse como un problema de distribución, entonces, sino de privación. Es decir que el problema ya no es garantizar que todos tengamos una porción adecuada del placer que deseamos, sino garantizar que, en primer lugar, lo deseemos. Al surgir en el campo del Otro, el placer surge codo con codo con nuestra incierta relación con el Otro. ¿Qué espera el Otro de mí?¿Quién piensa que soy? Como la manera más segura de garantizar que el Otro nos reconozca por nosotros mismos - o que reconozca nuestro deseo- es hacer suyos nuestros deseos, terminamos privándonos de nuestro placer y eligiendo en cambio, por el bien de una relación más pacífica con el otro, invertir nuestro placer en su causa (perdida) . El problea del placer es, de hecho, cualquiera de las incontables razones que inventamos para rechazarlo. Lo más difícil para nosotros es persistir en el placer que teneos y disfrutar de él. Esta insatisfacción que nos autoimponemos nos lleva a exigir la misma insatisfacción en los demás".

Pag. 246.- (Tratando del dilema del prisionero lacaniano, en donde aquél rehusa elegir con la finalidad de evitar perjudicarse y evita que los demás elijan, lo que determina que los otros dos desconozcan la identidad del que no elige) : "Los prisioneros, inseguros de su propia identidad y temerosos de lo que los otros podrían hacer para alterar la situación, podrían haber llegado a un pacto incosciente de negación del placer para mantener el infierno del status quo. De acuerdo con este pacto, los hábitos cautelosos de cada uno de los prisioneros se hubieran vuelto rutinarios y prolongados hasta formar el caparazón endurecido y a prueba del tiempo de una identidad imaginaria. ...nadie podría salir de este juego que se jugaría indefinidamente.

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