I.- Una crítica al Trabajo Social Institucionalizado

i.-

Siempre es admirable el entusiasmo, amor  y clara compenetración personal de un colega con su profesión. Cuando llegué a la Facultad el pasado viernes tenía la espectativa  de encontrarme con una catedrática comprometida con el conocimiento. Pero, curiosamente, en una reunión de doctorandos, profesores, posgraduados, ésta se mostró sobre todo como una activista en el Trabajo Social; re-marcadamente de izquierdas, en el sentido de "transformadora". Especialmente sintomático fue el momento en que nos explicó el proceso de una alumna africana que, si bien inicialmente había manifestado un rechazo y actitud contraria a la homosexualidad, acabó "acompañando" a las activistas lesbianas (¡final sin duda feliz¡). No escondo que me defraudó - ¿cómo una mente analítica y fría como la mía puede compartir el calor?-. Pero eso no iba a la cuestión, el problema es que me puse a escuchar y analizar su discurso- recordando la lectura de Ivan Illich de la semana pasada (" El derecho al desempleo útil")- y empecé a recolectar palabras: cliente, profesión, necesidad, terapia  y demás terminología asociado al aspecto pasivo del comportamiento humano. Recojo la conclusión de Illich:
I propose to call the mid-twentieth century the Age of Disabling Professions. I choose this designation because it commits those who use it. It exposes the anti-social functions performed by the least challenged providers: educators, physicians, social workers, and scientists.
 Como dicen mis alumnos, "pienso que" - coligeme lector que son instruidos al no decir pienso de que-, de nuevo el Trabajo Social institucionalizado se ha vuelto a aliar con la modernidad o el pensamiento de izquierdas para sobrevivir como profesión de control - hace dos siglos su alianza fue con el pensamiento burgués ilustrado en un caso, religioso en otro-.

ii.- 

Entró en el A que me lleva a Somosaguas, la mañana es fría  y la calefacción todavía no está puesta en muchos edificios de Madrid,  veo a un alumno al que remito usualmente estas reflexiones, procuro no molestarle, está oyendo música y despistado ni siquiera me ve. ¿ Se puede transmitir el interés por el simple conocimiento, sin comprometer tu propio mundo de valores e ideas? No lo creo, no hay distinción entre hechos y valores - así parece indicarmelo Pitkin- y por lo tanto entre un lenguaje descriptivo y otro valorativo. Incorporamos siempre elementos valorativos. 

En  mis manos está "El Sabbat" del modianesco Maurice Sachs. La edición y traducción están logradas, se lee fluidamente y, con emoción, veo que ese juguete roto va cobrando vida, tratando de hacerse entender:

"Cada uno de nosotros goza en secreto de un vocabulario sagrado que opera alguna magia en su alma"


Comentarios

  1. Rivera: "Pienso que..."
    Las contradicciones del trabajo social son esenciales. Discurso liberador para una acción represora. Eso hace que la cosa funcione mucho mejor. La cuestión es que no queremos asumir lo que somos: un mecanismo represor. Si lo hiciésemos, por otra parte, nuestra eficacia sería menor.

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  2. La identificación con "lo represor" es más problemático que la idea de "control". Por otra parte, sin necesidades de un autoexamen - es manifiestamente inconducente el discurso y herramientas autoevaluativas de la conducta del trabajo social-, la idea magnifica de Illich es ver como la construcción de una intervención"profesional" reduce los mecanismos que el propio sujeto tiene para "salvar" situaciones de dificultad.

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